¿Cómo
pueden presentarse estas situaciones?
Si por cuestiones de trabajo hay que sacar adelante una obra en poco
tiempo, evidentemente el número de horas se incrementará
de acuerdo a las exigencias de la misma.
Si por el contrario, se trata de un “programa de concierto”
es probable que dos o tres ejecuciones diarias basten para tener la
música “en dedos”.
Esto último no demandaría más de cuatro horas de
estudio.
La dedicación viene de la mano de un concepto más filosófico
y conlleva distintos aspectos que nos obligan a resumir la respuesta
en una palabra: devoción.
Siendo el instrumento una “prolongación” de nuestro
cuerpo y alma, es lógico entender que el pianista es tal no sólo
cuando se sienta al piano, sino durante todo el día, todos los
días de su vida...
Esto es, más allá de la disciplina de estudio, no existe
un horario para develar los secretos de un pasaje difícil, ni
para “escuchar interiormente” el sonido que deseamos para
determinado fragmento; puesto que ello puede bien ocurrir cuando estamos
sentados al piano, a medianoche o -muy frecuentemente- entre sueños...es
entonces importante y hasta imprescindible, tener un piano al alcance
de los dedos!
No solamente es imprescindible la cuestión técnica sino
también la posibilidad de “transformar” en música
nuestro acontecer cotidiano, dado que las situaciones, estados de ánimo
o vivencias le van a permitir a la música “hacerse carne”
en el ejecutante.
A esta sumatoria se agregan -a veces inconscientemente- las fantasías,
sueños y hasta las propias miserias...que nos presentan como
un “cuerpo musical” ineludible.
Esto nos acerca a la acertadísima definición de la música
como “aire sonoro” perteneciente al gran pianista y compositor
italiano Ferrucio Busoni, quien sustentó este concepto diciendo
que “la música no es nada, hasta que el aire se transforma,
se sonoriza, se encanta... Las partituras de la Appassionata de Beethoven
o la Sinfonía Fantástica de Berlioz no son mas que manojos
de papel entintado, sin sentido alguno, hasta que son revividas por
los imtérpretes...”
Es por eso que cuando esto ocurre, estamos frente a un hecho musical
intangible, representado en la infinitud, trascendente a niveles superiores
y, por ende, metafísico.
De otra manera sólo obtendremos maravillosas, buenas o mediocres
interpretaciones... pero siempre en el plano de lo terreno, lo tangible...lo
finito...
¿Tiene
este concepto relación con la búsqueda del aplauso, el
“divismo” al que aspiran algunos intérpretes quienes
a la larga reposan en lo banal?
Sí, absolutamente.
La respuesta es simple. Un verdadero compositor no escribe pensando
en agradar, sino que siente esa fuerza irrefrenable de energía
creativa que lo lleva a legar una obra que será reflejo de su
tiempo... (en palabras de Arnold Schoenberg).
Con el intérprete sucede lo mismo.
Un verdadero músico no aborda una obra pensando en obtener éxito
y “arrancar” los aplausos del público, puesto que
si así fuera estaría utilizando un medio superior (la
música) para lograr un demagogo suceso instantáneo y para
nada perdurable.
Es por eso que el cabal intérprete no depende, en grado de exclusividad,
más que de la fidelidad y devoción por la música.
De este modo logra un hecho único e irrepetible, que seguirá
evolucionando en el interior de las personas que supieron captarlo y
atesorarlo no sólo para regocijo personal, sino para crecimiento
espiritual.
¿Cómo
llegó a entender la música de esta manera?
Mi experiencia personal y sobre todo mi formación realizada con
las Maestras
Carolina Blaksley y Laly Escobar en el Conservatorio Nacional y fundamentalmente
con mi padre, el Maestro Nino Fassa, me han señalado siempre
el camino hacia los conceptos mencionados.
En mi formación temprana y media (con Blaksley) aprendí,
entre tantas otras cosas, el respeto y devoción por la partitura,
sea esta barroca, clásica o
contemporánea, desarrollando una técnica que me dio la
posibilidad de asirme a ellas con absoluta naturalidad.
Ya en formación superior (con Escobar), fui adquiriendo la metódica
propia del pianista de concierto, ya que en ese sentido tuve una maestra
que mantuvo intactas sus dotes de pianista extraordinaria.
Con ella mi repertorio se expandió desde las obras de “cabecera”
de cualquier pianista, hasta expresiones musicales de compositores de
nuestros días, por las que siempre profesé gran admiración.
Como un gran ojo observador, encontré con menuda constancia,
la mirada sabia de mi padre, quien aparte de legarme su técnica
y métodos de estudio, se encargó de ser ejemplo fiel en
la práctica cotidiana de los conceptos desarrollados en el presente
artículo, enseñándome también la belleza
y secretos de la música popular, arte que también desarrolló
con maestría.
El hecho de tenerlo como fuente constante de inspiración y consulta
me ha hecho inmensamente afortunado, así como también
ha creado la obligación de continuar con la tradición
musical familiar.
¿Ha
tomado clases con otros maestros?
He tomado clases magistrales con los pianistas Barry Douglas; Piotr
Paleczny; María Fernanda Bruno y Pía Sebastiani, entre
otros.
¿Dónde
se desarrolla su labor concertística?
Mi labor concertística se desarrolla en salas de la Capital Federal
y del interior del país, tanto como solista como con conjuntos
de cámara.
¿Cuáles
son sus proyectos musicales?
En la actualidad estoy preparando un recital Brahms y ensayando junto
al pianista uruguayo Sergio Elena, un programa a dos pianos íntegramente
dedicado a compositores del Río de la Plata, que también
será llevado al disco.
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